Tres caballeros andantes de la lengua española
Preferencia por
términos extranjeros, malos usos de la lengua en periodistas y comunicadores, y
asesinos a sueldo cotidianos de la lengua; han sido una constante a lo largo
del tiempo contra quienes han arremetido con humor y sapiencia los caballeros
versados en el campo de las letras.
Darío Villanueva, director
de la Rae, ha criticado reiteradas veces el uso extendido de palabras
provenientes del inglés en detrimento de las españolas, fenómeno que se ha
puesto de moda en los ámbitos de la tecnología, las redes sociales y la publicidad, lo que
considera un “papanatismo lingüístico”. ¿Y quién no repudia el llegar al extremo al cambiar palabras
españolas innecesariamente por inglesas? Es indiscutiblemente descabellado conmutar por ejemplo cuando por when,
fenómeno carente de humor y cargado de pereza mental, escribir una sola sílaba
en lugar de dos.
Es curioso y a la
vez cómico que dicho fenómeno no es nada nuevo, hace más o menos ciento
veintiocho años Francisco José Orellana, un intelectual polifacético, también
español, arremetía con severidad contra el “vulgo” a quienes dedica su obra “Vocabulario
de disparates o Zizaña del lenguaje”. En
esta obra cargada de ironía pone de manifiesto la preferencia por parte del
hablante de palabras provenientes del francés. Veamos varios ejemplos:
ALIENADO, adj. sustantivado. (Galicismo).
En castellano se llama demente al aliené
de los franceses, y en término más vulgar, se llama loco. Podrá decirse
enajenado (nunca alienado) del que accidentalmente padece de enajenación
mental; del que delira por efecto de una perturbación pasajera del órgano
cerebral.— Nuestra lengua es riquísima, como deben saberlo los señores médicos,
que, por serlo, no están facultados para estropearla. Demente es el nombre
genérico del que padece la locura; y según los grados y condiciones de esta
enfermedad, se aplican al que la padece los nombres de maniático ó monomaniaco,
alucinado, lunático, loco, frenético, delirante, furioso.
AVALANCHA. (Francés puro.). En español se
traduce: Alud, y también Lurte.
A MEDIAS, en sustitución de medio…, es
disparate, que huele á francés; como cuando se dice: “Estaba dormido á medias.”
Será “medio dormido,” “soñoliento,” “dormitando.” Las cosas á medias no se
pueden hacer por uno sólo; se hacen entre dos.
BOATA. (Del francés: Ouate.) Si la docta
Academia de la Lengua durmiese un poquito menos, ya nos habría dado una
palabra, que no tenemos, en equivalencia de ésta, con la que se designa el
algodón extendido entre dos capas de goma, que sirve para acolchar. La palabra
boata no, me satisface, ni tampoco guata, que dicen en Cataluña; pero como la
cosa existe, y existiendo, hay que darle un nombre en castellano, creo que
sería lo mejor llamarla huata.
DESVANECERSE, DESVANECIDO. Del francés,
s’évanouir, évanoui. — En lugar de: Desmayarse, desmayado. Este galicismo es
insoportable; porque desvanecerse significa disiparse, evaporarse una cosa;
Irse el color; y también infatuarse, hincharse de vanidad. Por ejemplo, he
visto impreso: “Rochefort, que no había probado bocado desde la víspera, se
desvaneció de debilidad.” Figuraos un hombre como un castillo, que se
volatiliza por no haber comido en un día. Que se desmayase, no tiene nada de
particular; pero ¡desvanecerse!
Nadie escapa al
látigo lingüístico de Orellana, gente de a pie, comunicadores, médicos y catedráticos
de la Rae. Por otra parte, Orellana nos da una idea en su diccionario de las palabras que en su
época nacían entre los hablantes, préstamo del francés y que finalmente en
nuestra época siguen utilizándose. Lo que ocurre hoy con el inglés ocurrió en
el siglo XIX con el francés.
Lázaro Carreter al
igual que Orellana y Villanueva ha sabido luchar con denuedo y gallardía en las
justas lingüísticas ante caballeros lenguaraces. Colaboró constantemente en
algunos periódicos españoles como “El País” con su columna de critica “El dardo
de la palabra” la que dio forma a un libro extenso del mismo nombre,
recopilatorio de todos sus artículos agudos, ingeniosos y cargados de humor
ante usos y aspectos del lenguaje. A continuación, un extracto del uso del
prefijo super (anglicismo) en lugar de adverbios de cantidad para los grados
superlativos de los adjetivos.
Leído en la carta
de una lectora a su revista: "Hoy hace un año que murió mi Candy y estoy
supertriste". Candy era una graciosa iguana, y eso podría haberlo escrito
también un lector, porque super- es unisex; y ambos, idénticamente, podrían
haber dicho que estaban superafligidos/as o superacongojados/as o
superfastidiados/as, si hablaban en versión de cámara y si transcribimos tales
sentimientos con repugnante estilo de circular ortosexual. (…)
(...)Entre ellos,
super- puede crecerle a cualquier adjetivo (o sustantivo) y hay miles de
hablantes que se sentirían desvalidos si no ornaran sus calificaciones con ese
bubón: su ligue les parece superguay, gozan de una pareja muy supercálida, y
aquella lectora halló a Candy en el terrario donde dormía supermuerta.(…)
Era, sin duda, un
galicismo de moda, que, por ejemplo, aparecía aquel año en La Regenta, y que se
estaba empleando para calificar a las gentes de sangre delicada y a sus cosas,
por ejemplo, a los lenguados pequeños -no mayores de diez centímetros- que el cocinero
Muro exaltaba en 1894 como superfinos.
Carreter es sin
duda una conciliación entre el aprender y el reír sobre aspectos tan cotidianos
como el uso incorrecto de prefijos en lugar de adverbios, tan común a diario, lo que nos recuerda el
no tan distante uso abusivo del sufijo -azo en cierta época en la región y que
aún persiste, “¡qué locazo! ¡buenazo! ¡igualazo! que tuvo promoción por parte
de los medios de comunicación ¡golazo! ¡cacerolazo! Y que hizo mella en los
usuarios huérfanos de glosario.
Estos tres
caballeros andantes que por espada esgrimen su pluma y por adarga y armadura
poseen un sólido conocimiento de la lengua, a pesar de recibir críticas por su
labor del cuidado de la lengua, merecen su respectivo reconocimiento en la áspera misión de corrección al hablante, quien usa la lengua pero no repara en
sus errores.
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